DISCO REVIEW: A desalambrar la patria de todos |
El Canto Popular Uruguayo (CPU) surge con la influencia de la Revolución Cubana. Hecho que también marcará a las distintas corrientes folclóricas-populares que tomarán después los demás países del continente americano. Estas distintas expresiones musicales se llamaron Canto Novo en el Brasil. Nueva Canción Chilena en el país trasandino o Nuevo Canto aquí, en la Argentina. En los comienzos del CPU primó la llamada canción protesta (de propuesta, diría más tarde Daniel Viglietti) que estaba fuertemente cargada de tinte político (pero, ¿qué no es político siempre y de alguna manera?). Más adelante con los gremios ya encauzados en la lucha social, el CPU se embandera con éstos y mezcla sus orígenes folclóricos con los problemas sociales del momento. Aparecen así los Zitarrosa, los Viglietti y los Olimareños (éstos últimos venían del Departamento de Treinta y Tres, del interior del país). También Héctor Numa Moraes (proveniente de Tacuarernbó), entre muchísimos más. Todos confluyen en la Capital (situación típica de todo país dependiente), pero luego el movimiento se expande por el resto del Uruguay dando nuevos valores in situ. Debemos tener en cuenta que el interior del país es fuertemente blanco (Partido Nacional), agrupación que sale del viejo tronco hispano, terrateniente y conservador, de clara tendencia derechista. Mientras que Montevideo, fuerte del Partido Colorado (de origen europeo liberal) permitió el florecer de esta corriente con mucha más soltura. Un fenómeno inusual para los orientales fue el inmediato apoyo de las discográficas locales que propiciaron el asentamiento de este primer CPU. Sellos cono Sondar, Antar y Orfeo, salen de la nada para grabar a estos nuevos artistas, o mejor dicho salen de sus sellos madres CBS Telefunken y EMI, que huelen el negocio en ciernes. Los grandes sellos ven con acierto que también la izquierda empaquetada como disco puede dejarles grandes ganancias. El público también responde: harto del folclorismo importado de la Argentina, encuentra en los jóvenes cantores la voz de su pueblo, que es la voz de ellos mismos, que cantan sus penas, sus alegrías. Sus luchas y derrotas. De este CPU de mediados de los '60 aparecen canciones emblemáticas como "El Chueco Maciel" (Viglietti), "El violín de Becho" (Zitarrosa) o "Cielito del '69" (Los Olimareños). Son canciones que recorrerán América en las bocas de otros artistas como Quilapayún, Los Parra, Soledad Bravo o Nicomedes Santa Cruz, sólo por nombrar unos pocos. El CPU también junta textos de intelectuales como Mario Benedetti, Enrique Estrázulas, Idea Vilariño y otros poetas y les pone música. Se consigue de esa manera que la literatura encerrada en los libros para pocos llegue al gran público en forma de canción para muchos. El CPU acompaña también una época particularmente violenta en el Uruguay. Son los años de Pacheco Areco (presidente entre los años 1968-1972) Los años del MLN Tupamaros y los Cañeros de Artigas, de Bordaberry y su autogolpe que termina en 1974, con el propio golpe militar. A partir de allí el CPU va al exilio o a la cárcel. Se prohíben los partidos políticos, se disuelven las Cámaras. Los cantores populares son el blanco preferido de los nuevos amos del paisito. En la diáspora se encuentra Zitarrosa (primero Buenos Aires, Madrid y luego México). Los Olimareños recalan al fin en ese mismo país centroamericano. Viglietti se va a París y Numa Moraes y Carbajal visitan sin querer Holanda y Suecia. En 1977 -en plena dictadura- surge en Tacuarembó un movimiento que lleva por nombre el de dicho departamento. Será la génesis del nuevo CPU. Apañado por e! notable poeta Washington Benavides y algunos más, surge un semillero nuevo con gente como Darnauchans, Carlos Benavides (sobrino de Washington) a los que se le suman Los que iban Cantando, Omar Romano, Rumbo, Roas y tantos otros... Los recitales durante los militares se transforman en la excusa para estar juntos y entrelineas el nuevo CPU cuenta, canta y dice las cosas interdictas por los sables. En 1983 vuelve la democracia y los militares se van. Los que vuelven son los viejos representantes del primer canto, Esos que la gente mantuvo vivos en su memoria en un circular subterráneo de casetes clandestinos y noticias en voz baja. El primero en volver (y que fue el último en irse) es Alfredo Zitarrosa, que es esperado en el aeropuerto de Carrasco y llevado por una inmensa caravana de amigos y paseado por toda la rambla hasta la flamante sede de Adempu (Asociación de Músicos del Uruguay). Esta entidad nuclea por primera vez a todos los cantantes del Uruguay y tiene peso y decisión sobre temas como contratos artísticos y cuestiones de regalías. Los sellos discográficos a los que se les había prohibido editar el material "clásico" del CPU, resurgen con nuevos bríos. Entre lanzamientos nuevos y reediciones viejas ven que con la democracia también pueden seguir haciendo notables negocios. Pero "a pesar de los pesares", el CPU quedó instalado para siempre en el diario vivir de los orientales. Es vocero del pueblo y es hijo de aquel otro canto que allá por principios de los '70 pedía a desalambar, a desalambrar... por Hugo Latorre |