DISCO REVIEW: Elvis

Decir rock o Elvis es lo mismo. Lo curioso es cómo un hombre se transforma en bisagra de la música y entra en una espiral de la que no puede escapar. De camionero que graba una canción para su madre a mega-estrella, su carrera se contorneó más que su pelvis, pero sólo se lo podía ver en vivo si uno podía viajar a los Estados Unidos.

La soledad lo acompañó con más lealtad que un público que se cuenta por millones.

La falta de amor fue suplantada por una catarata de dólares, con miles de chicas a su alrededor y películas absurdas, con decenas de discos que hicieron historia.

Todavía se lucra con su voz inigualable, portadora de una gama total de modulaciones. Su primer LP, "Elvis", marcó una huella profunda en el rock. Ya no más crooners lavaditos y llorones que hablaban del amor limpio y puro de la muchachita de la cuadra.

Las contorsiones de Elvis sugerían que en ese momento se aspiraba a mucho más que un casto beso después de un baile. Es que EE.UU. ensayaba otro baile más productivo después de la Guerra de Corea: la inserción del vasto público juvenil a las delicias del consumo.

Elvis no pudo sustraerse a esta vorágine, simplemente porque estaba en la cúspide de la fama. El rockero flaco y de jopo que en los '50 movía la pelvis pasó a cantar para señoras gordas que aplaudían sus suaves melodías. Era el mismo, aunque pareciese otro hombre. Los '60 asentaron su reinado, pero la producción de mediados de los '50 es el Elvis verdadero.

En 1977, preso de la gordura, anfetaminas y caprichos de divo, dejó este mundo. Era él quien pedía que lo amaran tierna y dulcemente.

Por Hugo Latorre

 

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