DISCOS |
EL VIEJO Y QUERIDO NEGRITO: Como en este mundo siempre hay de todo para todos, están también los distintos soportes de sonido. Hubo cintas sin fin como los Magazines para el auto o para la casa que devinieron en cómodos Cassettes. Actualmente son los preferidos por los automovilistas porque no “saltan” en baches o imperfecciones de las calles como algunos CD. Pero no tenían tan buen sonido como los Magazines que además no necesitaban rebobinarse porque la cinta volvía a empezar una y otra vez. Con el tiempo el Cassette fue perfeccionándose en sonido y presentación, poco antes que apareciese el Láser Disc. Este disco del diámetro de un LP permitía no solo escuchar al artista seleccionado sino también verlo. Estos primeros “compactos” eran de dañarse fácilmente, además el equipo hogareño era muy costoso. Pero la llegada del liviano (y más resistente) CD terminó con su corta vida. Muy poco tiempo después aparecían los DVD. Entre esa maraña de cintas donde el sonido no acaba nunca, entre Cassettes que cada vez suenan mejores, discos brillantes que repiquetean y también se hacen ver, entre CDs y DVDs; el viejo y querido negrito ha sabido no sólo transformarse en un objeto de culto con el paso del tiempo, sino que además mantuvo y mantiene vigencia plena.
Jóvenes que han escuchado los Vinilos de sus padres buscan ahora armarse su propio equipo: bandeja giradiscos, parlantes y amplificador. Adquieren los viejos redondos negros sabiendo que estos tienen un rango auditivo mayor, diferente. Con mayor presencia. Muy distinto es el de los CDs, tan plano y tan parejo. El misterio de esa permanencia no es misterio, porque el LP es mucho más que eso: es el arte de tapa no reducido y sin necesidad de estar protegido por un pedazo de plástico (que además se rompe fácil). Es la tapa doble, el insert, el papel con las letras impresas, etc. etc. La gente comprobó que el CD o DVD si se lo trata mal también se raya como cualquier otro objeto. También se parte, otra rendida falacia. Es el ritual lento de sacar la placa de su funda. Quitarle el nylon o el sobre interno de papel. Una vez desvestida, con ambas manos acostarla con cuidado sobre el plato. Ponerle suavemente la púa en el surco de la placa y deleitarnos luego. Por los menos veinte minutos, que es lo que dura cada cara... Muy parecido a esa primera novia que el recuerdo ha recortado y atesorado para siempre ¿no?
Por eso cuando alguien nos dice: “Así que volvieron los vinilos, eh?” Uno le responde tranquilo mientras acaricia una etiqueta promocional: “No flaco, es que nunca se fueron”. Hugo Latorre. Octubre 2008 Consulte nuestro inmenso catálogo, preguntenos sobre artículos específicos en nuestro FACEBOOK |